lunes, 4 de julio de 2011

Inhalar imposibles.


Inhalo este aire cortado por la ausencia,
mal gastado en el empeño
de volver a unir los pétalos de las flores marchitas,
 de besos quebrados,
en la retaguardia del olvido.
Los libros se leen.
Las páginas se escriben.
El amor cura.
La indiferencia, lastima.
Quedan sueños en el hueco
de la memoria.
Los pensamientos que respiro
me dejan sin aliento.
Falta mirar atrás.
Sentir plenitud,
exhalar los fragmentos de tristeza
y volver a ser el centro de mi misma.

viernes, 1 de julio de 2011

Invierno.

Me recorre este frío
que escarcha las ideas
Y “glaciariza” un cúmulo de palabras.
Las invento,
aunque no figuren en el diccionario.
(Nadie lo prohíbe).

Los sueños, marchitos,
congelados, se quiebran
en el blanco impoluto de la nieve.

Mi interior, helado
ansía el calor.
Sin embargo, los nudos,
la esperanza,
granizan la mañana.

El día que vierte su antipatía.
Mi cuerpo no resiste
los polos de la tristeza.

Jugaré despacio
a que la indiferencia no me aliene.

Quedo suspendida
hasta que la estación
mute y se transforme.

Ya habrá tiempo
para entibiar… los recuerdos.

Dios.



Este Dios, cansado de mis súplicas.
Tan absurdas como fatídicas.
Se ha vuelto sordo.
Colgué en sus tímpanos,
ilusiones de justicia,
descentralización de egoísmo,
letras de amor sin sufrimiento.

¡Este Dios!
Ciego,
de pupilas erosionadas por la tristeza.
Mudo,
valerosamente afónico,
hueco de discursos.

Un Dios amante de la humanidad
pero inconmovible.

Y yo, Dios mío
(sin propiedad alguna)
te hablo en silencio.
Aunque no me escuches,
aunque no me veas,
aunque no me pienses.

Este Dios,
una extensión de mis letras.
Me recorre la vida,
y atraviesa las manos.
Dejo que ausculte
el dolor de mi pecho.

Toma mi cosecha, Dios.
Pero aniquila de una vez
este sentimentalismo cobarde
que forma una cadena,
inexorable:
máquina boba
donde se reproduce
la torpeza.

31/7

Espera caducada.

Si algún día, vas a escuchar;
en lugar de pronunciar dos o tres
palabras que transpiran cordialidad de oferta:
Hola-gracias-adiós.

Ojalá no sea tarde
para oír tibiamente
los pasos más sinceros.

Te advierto,
la nada, los diluye.
Y la indiferencia, los aleja.

¿Por qué no logro comprender?
Si un te quiero,
lo dibujas al ritmo
de un simple y oscuro palabrerío.
(Y tu voz es clara).

La tristeza, me agota.
Y te pienso de a momentos.
Estoy convencida:
cuando decidas llamarme
habrá pasado la hora.

Y te arrepentirás,
en cuerpo y alma
de no haberme escuchado.