Este mundo falso me desgarra las entrañas. Cada vez que estoy por nacer, la soledad me aborta, y quedo en espera… quizás, el nacimiento se postergue, porque el objetivo era que aún no estoy preparada.
Cuando me alivio, la realidad me contractura. Y me encierro. Me encierro en una burbuja que gira de un lado a otro, instantáneamente, por rutina. Sueño con que mis pupilas vean, finalmente, aunque sea anteproyectos de felicidad, que este corazón reciba núcleos de sentimientos verdaderos, recíprocos y auténticos.
Porque nadie sabe dónde está el camino… yo no soy la excepción, aunque sea geógrafa, paradójicamente, la brújula la perdí hace tiempo… debo confesar que nunca la encontré. Siempre digo que la vida es un aprendizaje constante, en el que las dificultades nos fortalecen, pero tampoco el abuso, por favor… Que la capacidad de resistir, ínfima.
Una madrugada más con ganas de todo, las ambiciones son el ejército de reserva de la nada. No me movilizo, cierro los ojos, y las imágenes de mi espacio geográfico reaparecen. Las regiones del pasado, los ríos que atraviesan el presente y la erosión que desgasta mis procesos internos. No hay futuro si no existe alguien que lo visualice (y yo aún no nací)