A veces, me pregunto, si la violencia es inherente al sujeto, un hobbie, o una costumbre. Si la maldad, viene acompañada de ese sello, con intencionalidad manifiesta de perjuicio asegurado.
Yo, vos, de sensibilidad a flor de piel, nos vemos agobiados, aniquilados e incluso sin refugio, frente al desamparo.
La mirada se apaga. El brillo adormece y la tristeza se arremete por los huecos que ya desgarraron.
¿Por qué no imaginar que el amor resulte el norte del mundo? Y se multiplique tiñendo de color lo negro.
¿Por qué seguir viaje en este tren conducido por la maldad y la violencia?
Mi convicción no lo permite. Irradio sólo bondad. Me separo del universo, cuando se pelea. Si finalmente, la esencia transparente, maquina anónimos sueños.
Intentaré, una vez más, salvaguardar al alma, convencida que su magia de sinceridad, perenne e inacabable, bastará, para curar al corazón que se trunca de injusticia.
Abriré nuevas páginas, donde lo maléfico quede pequeño y sea ganado, una vez más, por los sentimientos de la grandeza.
¿Por qué no pensar que esto se hará realidad?
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