“Te esperaré una vida, acaso nuestra muerte ya nos unirá cuando nos reencarnemos… te esperaré en el cielo, sabiendo que es el único lugar para ti, te esperaré un infierno si me reúno junto a ti…”
Sé que tenemos algo pendiente, como un hilo que a veces nos amarra y en otras ocasiones, parece desgajarse. Me refleje en tus ojos, sin haberte mirado. Porque ya estabas en mi destino antes de que los planes te reúnan junto a mí. El frenesí que emerge de las partículas de mi cuerpo no se asemeja a nada que haya sentido alguna vez. No le temo a la distancia, porque sé que no me aleja. Estás en mi esencia, y yo soy tu pieza olvidada. Esa que alguna vez volveremos a juntar para sentirnos completos. Abrigo la calma de aún no poder tenerte frente. Y aunque no acaricie tus horas, me conformo con haberte conocido sin conocerte realmente. Me trajo a tu voz un sonido, quizás un recuerdo, que implicó la necesidad de buscarte. Por más que me tope contra una inmensa pared, sé que me invade la dulzura de tu presencia y es tan solo un fragmento de lo que me adhiere a ti. Desconozco qué sucederá mañana. Sin embargo, no me preocupa. Dejo que la voluntad del universo me sorprenda y que la dicha me haga más fuerte. Fortaleza que se acrecienta. Tenemos algo que aprender en esta vida. Y disculpa, pero aunque te niegues, me gustaría intentarlo. ¿Qué me ata a tu presencia? La respuesta, aunque con varias excepciones, está en esa parte de ti que hay en mí y tú parte de ti en mí, que nos abraza el espíritu, tan hermosamente, que hoy me dejo acechar por la belleza de nuestras almas que vuelven a reunirse.
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