Me guardo en la fragilidad de los días.
En la tiza con la que escribí esperanza.
O quizás, en el aire otoñal
que recién comienza.
¿Para qué acomodar
con tanta perfección las hojas?
Si finalmente, se desploman.
Mi cuerpo es un volcán
en plena erupción.
La lava me lastima.
Y los gases envenenan.
El ambiente
contamina aún más
aquellos sueños.
Mi garganta siente
el filo de millones
de cuchillos,
aunque sólo fueron palabras.
Enmudezco ante la injusticia.
Han logrado anestesiarme,
romper en pedazos
lo poco que queda aún de mí.
Ya no intento buscar advertencias.
Estoy guardada,
en la mezcla rara de sensaciones,
un poco confundida.
Subiré al barco
de las emociones malgastadas.
Sin tripulante,
al abismo
navegaré arrojando la brújula
y dormiré,
creyendo que todo
ha sido una cruel pesadilla.
Me encontrarán
en el naufragio
de los recuerdos invaluables.
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