miércoles, 25 de agosto de 2010

MILAN 430

Pensarás que mi cuota de soledad encastra perfectamente en el rompe-cabezas de tu fisonomía. En realidad, la marcha, hizo que pueda verte, sin mirarte. Desde el filo de la objetividad (fruto de la solidez del psicoanálisis), te caíste del vigésimo piso del desencanto. Guardé mi corazón en la heladera, justo debajo de la nostalgia. Nada lo entibia, menos vos. Deseché la suave, pero maléfica voz de tus principios. Mientras sazono, de repente, una comida que lleva tu nombre. En tu honor, la ingiero rápidamente para que al fin, te borres, de la caja toráxica de mi pensamiento.

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