Mi corazón aún llora
ese domingo frío
anestesiado por el cuerpo.
Tanta pena entrelazada
sobre las manos incógnitas
que adormecen al vacío.
El mundo cabe en una lágrima
y el universo desconoce la partida.
Tiemblo, me quiebro
sin reflejar ni un gesto a los demás.
Soy una molestia
que ni lleva su nombre o apellido.
pero se manifiesta tan cerca
que quizás,
no se necesita ningún sello.
Los retratos. La familia.
Yacen en silencio
o vociferan dolor.
La paz sobrevuela los adentros.
Yo, observo ese cuadro.
Tan profundo que moviliza
uno a uno cada átomo de mis células.
Domingo.
Gélido. Helado.
Una parte de mi alma dejó de brillar
en ese suspiro de la calle O’higgings.
Hermosísimo, amiga. Se lo tenés que hacer leer más adelante tal vez, pero sí o sí.
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