Respiro el aire, de la serenidad. Porque cada página que se cierra, no me encuentra, con los brazos vacíos. Mi valija, se carga de las emociones más profundas. Y cuando el final, arroja puntos suspensivos, duermo tranquila, porque supe brindar todo de mí. Mi norte, no tirita de frio, porque la cobardía no se encastra con mi forma de arriesgar.
Entonces, aunque las garras de la soledad, me cubran los sueños, prefiero convivir en lo ermitaño, que volver a caer, en la humillación del afecto no correspondido. Mis pasos, no avanzan, si no hay tierra firme de cariño y si no logras entender, lo siento. Mi corazón, a partir de este momento, se guarda el derecho de admisión.
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