Confieso, que he violado, algunas normas
mirándote demasiado.
Aunque dudo qué miro realmente.
Si tus ojos, como refugio.
O la risa, capaz de emocionar
a quien del universo
tenga dos ojos para avistar.
Confieso, que te espero.
Y al verte, llegar,
mis latidos se agitan.
Quisiera abrazarte,
durante la noche
o abrirte la puerta
cuando desees escapar.
Todo cambia.
Perduran sentimientos.
Y los míos recorren
vías abnegadas.
Confieso, que registro
matemáticamente
las veces que te miro
y los números
limitan con el infinito.
Esta noche, de confesión
te servirá para dar cuenta
que no existen leyes universales
para encasillar pensamientos.
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